

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere bajo el cielo tiene su hora” - Eclesiastés 3:1
Mis queridos familiares y amigos:
Quiero dejarles unas palabras sinceras: palabras de gratitud, esperanza y amor que, pido, les brinden consuelo en los próximos días.
Sé que al recordarme, sus recuerdos pueden variar mucho según la etapa de mi vida en la que me conocieron. Algunos pueden tener recuerdos hermosos y preciados de nuestro tiempo juntos. Otros pueden recordar una versión diferente de mí, quizás una que les causó dolor o decepción. Quiero que sepan que los entiendo y quiero hablar de ambas experiencias.
“Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación; lo viejo pasó; he aquí lo nuevo.” (2 Corintios 5:17)
Hubo una época en mi vida en la que buscaba, cuestionaba y luchaba sinceramente con la fe. Leí innumerables libros sobre diferente religiones y filosofías, buscando la verdad en la oscuridad de mi propio entendimiento. Pero, estaba engañado de la vida. Durante esos años, yo sentía un vacío inmenso que no podía llenar. Si me conocieron en aquel entonces, quizá vieron a alguien dolido, confundido o incluso con quien era difícil estar (competitivo). Lo siento de verdad por cualquier dolor que causé durante esa etapa.
“¡Pero Dios!” —¡cuánto me encantan esas dos palabras!—: “Mas Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Cuando pensaba que mi vida era perfecta, Dios me envió a un ángel en mi vida para enseñarme lo que realmente era y lo que realmente estaba necesitando: mi hermosa esposa. Ella recordaba algo precioso de cuando tenía tan solo 16 años: le habían enseñado acerca de Jesús. Esa semilla que su abuela plantó hace tanto tiempo, se convirtió en el cimiento que transformaría nuestras vidas.
Entre altas y bajas, alegrías y tristezas, mi esposa me enseñó que no éramos dos sino uno solo en Cristo Jesús. “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Génesis 2:24 y Mateo 19:6). Cuando nos casamos, pensé que yo era el premio 😂. (Al más puro estilo de “Chato”). Con su espíritu bondadoso y su corazón fiel, me ayudó a llegar a los pies de Jesús. No me sermoneó ni juzgó mi búsqueda; simplemente me amó y compartió la esperanza que llevaba dentro. “Esposas, igualmente, sométanse a sus propios esposos, para que, si algunos no creen en la palabra, sean ganados sin palabras por la conducta de sus esposas” (1 Pedro 3:1). Ella era prueba viviente del poder transformador de Dios.
Cuando finalmente entregué mi vida a Cristo, todo cambió. Los libros que había leído buscando la verdad palidecían en comparación con la Verdad viva que encontré en Jesús y su palabra (la Biblia). “Jesús le respondió: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí”” (Juan 14:6). Todas mis búsquedas intelectuales, todas mis preguntas y respuestas lógicas me llevaron a endurecer mi corazón. “Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes. Quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne.” — (Ezequiel 36:26 ). Maravilloso es mi Señor que transformó mi corazón. No me mal interpreten, no era malo solo era especial.
Incluso mis años de liberalismo, mis preguntas, mis luchas, Dios lo usó todo para acercarme a Él. A quienes me conocieron después de mi transformación, ustedes presenciaron el milagro de lo que sucede cuando alguien verdaderamente encuentra a Jesús. Me vieron pelear la buena batalla, no con mis propias fuerzas, sino con las suyas. Me vieron amar a mi familia, servir a mi comunidad y mantenerme firme en la fe porque “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
Luche para no irme pero los planes de Dios fueron diferentes. Cómo es la vida, no? Unos quieren vivir y no pueden y otros quieren morir y no saben apreciar la vida.
Sinceramente tengo tristeza de dejar a mi familia y no verlos…PERO DIOS! Sus planes son mejores que los míos.
A mi querida familia: Gracias por amarme en cada etapa. Gracias por creer en el hombre que Dios me estaba haciendo ser, incluso cuando yo mismo no podía verlo.
A mis amigos: Ya sea que me conocieran en mis años de niñez, juventud, universidad, trabajo o en mi vida transformada, oro para que mi historia los anime. Si aún buscan la verdad, no se rindan. “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo 7:7).
Y a mi amada esposa: Fuiste el regalo de Dios para mí, el instrumento que Él usó para traerme a casa. Tu fidelidad, tu amor, tu disposición a compartir a Jesús conmigo: estas fueron las mayores bendiciones de mi vida. Gracias por ser obediente al llamado de Dios en tu vida. Mi cayado. Para que no saben lo que es un cayado, búsquenlo 😂!
Aunque ya no estoy contigo físicamente, el amor que compartimos, la fe que construimos juntos y el Dios al que servimos te sostendrán.
Hasta que nos volvamos a encontrar en esa hermosa orilla, sigue luchando la buena batalla. Mantén la fe. Y recuerda: no importa en qué etapa de tu vida te encuentres, nunca es tarde para que Dios transforme tu historia.
“Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni lo presente ni lo futuro, ni ningún poder, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.” (Romanos 8:38-39)
Con todo mi amor y con la esperanza en Cristo,
“Todo lo hizo hermoso en su tiempo.” - Eclesiastés 3:11
Christian 🤍
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