

Con profundo dolor y amor eterno, anunciamos el fallecimiento de nuestro querido esposo, padre, abuelo, bisabuelo, hermano y amigo, Gilberto Hernández Sánchez, quien partió en paz el 19 de junio de 2025, rodeado del cariño de su familia.
Gilberto nació el 15 de mayo de 1939, en Aguascalientes, Aguascalientes, México, hijo de Ramón Hernández Sánchez y María Sánchez Durán. Creció junto a sus hermanos, Ramón, Irene, Eluterio, Efrén y Manuel, formando desde temprana edad las bases del hombre fuerte, humilde y valiente que todos admiramos.
De joven, Gilberto se trasladó a Torreón, Coahuila, donde construyó su vida y, en el año 1953, conoció al gran amor de su vida, Guadalupe, cuando él tenía 14 años y ella apenas 13. Desde entonces comenzaron un noviazgo que duró nueve años, marcado por el respeto, la paciencia y el amor incondicional. Se casaron el 24 de junio de 1962, cuando Guadalupe tenía 21 años y Gilberto 23. Este año habrían celebrado 63 años de matrimonio y 72 años juntos, y Gilberto partió apenas cinco días antes de ese aniversario, fiel a su promesa de siempre estar a su lado.
Juntos formaron una hermosa familia basada en el amor, la unión y la fortaleza. Fueron bendecidos con cinco maravillosos hijos: Gilberto, Enrique, Ricardo, Adriana Gabriela y Jorge.
Durante su tiempo en Torreón, Gilberto dedicó su tiempo a ayudar a los demás como voluntario en la Cruz Roja. Siempre fue el primero en levantar la mano para realizar las tareas que otros temían. Su valentía, compasión y generosidad eran evidentes para todos los que lo conocieron.
Además de su labor altruista, Gilberto trabajó en la Pepsicola, en la Metalúrgica y en Almacenes de México, donde demostró su gran dedicación y ética laboral.
Más tarde, Gilberto y su familia emprendieron el valiente viaje a los Estados Unidos, donde continuó con su misión de servicio. Se convirtió en un recurso de confianza para muchos inmigrantes recién llegados, ayudándoles a navegar su nueva vida. Desde llenar solicitudes hasta conectarlos con recursos y compartir sus conocimientos para que otros pudieran encontrar oportunidades y esperanza. En Estados Unidos también trabajó en el ramo de la construcción, dejando huella con su esfuerzo y compromiso.
Conocido por su increíble sentido del humor y su don para contar historias, Gilberto tenía una habilidad única para alegrar cualquier lugar al que llegaba. Pero detrás de sus bromas estaba un hombre de profunda empatía, humildad y fortaleza, siempre dispuesto a ayudar a los demás y ofrecer palabras de aliento.
Quienes conocían a Gilberto, sabían que era casi imposible verlo sin su querida Guadalupe, su compañera del alma. No podían imaginar la vida el uno sin el otro; siempre caminaban juntos, compartiendo cada paso, cada lucha y cada alegría. Su amor por Guadalupe era tan profundo que no quería dejar este mundo sin ella. La cuidaba, la protegía y la valoraba como su mayor tesoro. Y en su corazón le prometió que, si algún día tenía que partir primero, regresaría por ella, para que, cuando llegue su momento, vuelvan a encontrarse y seguir caminando juntos, como siempre lo hicieron.
Su mayor alegría en la vida fue su familia. Sus nietos y bisnietos llenaron sus días de felicidad y orgullo. Atesoraba cada momento junto a ellos, compartiendo su sabiduría, su amor y sus risas.
Gilberto también era un apasionado coleccionista de monedas. Su interés por la historia y el valor de cada pieza reflejaba su aprecio por los pequeños detalles y su deseo constante de aprender y compartir.
El legado de amor, valentía y compasión de Gilberto vivirá para siempre en todos nosotros. Sus acciones, enseñanzas y su espíritu alegre jamás serán olvidados.
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v.1.18.0