Angelita Daniel Benavides

Angelita Benavides Flores nació el 2 de agosto de 1942 en la tierra fértil y montañosa de Tlatlaya, Estado de México, un lugar donde el trabajo duro y los valores familiares forjan el carácter de sus habitantes. Desde muy joven, Angelita demostró una fortaleza excepcional: una mezcla de ternura, valentía y determinación que la acompañaría a lo largo de toda su vida.

Fue la madre amorosa y orgullosa de diez hijos:

Custodia, David, Álvaro, Ignacio, Félix, Pablo, María Guadalupe, Ana Berta, Gloria y Francisco Javier.

Para ellos, Angelita no solo fue un pilar: fue hogar, refugio, guía y ejemplo. Durante muchos años desempeñó el doble rol de padre y madre, entregándose sin reservas para que a cada uno de sus hijos nunca les faltara amor, valores y dignidad.

Angelita fue un símbolo de lucha incansable. Con pasos firmes y manos trabajadoras, enfrentó cada reto con perseverancia. Fue una mujer tenaz, de convicciones profundas, que jamás se rindió ante las adversidades. Su fortaleza no solo se reflejaba en su trabajo diario, sino en la manera en que levantaba a su familia, en cómo enseñaba con paciencia y en el modo en que convertía cada sacrificio en una muestra de amor.

Con el tiempo, su familia creció y Angelita se convirtió en una abuela cariñosa de más de 45 nietos y bisabuela de más de 41 bisnietos, y 2 tataranietos cada uno de los cuales heredó un pedacito de su luz. La presencia de Angelita unía generaciones enteras; sus consejos, su voz cálida y su risa franca se volvieron el tesoro más grande de quienes la rodeaban.

Su legado no se mide únicamente en el número de descendientes, sino en el amor que sembró, en los valores que inculcó y en la fortaleza que dejó como herencia. Angelita Benavides Flores vivió con la dignidad de una mujer que entregó todo a quienes amaba y partió dejando huellas profundas en los corazones de su familia.

Hoy su recuerdo vive en cada historia contada, en cada reunión familiar y en cada gesto de amor que continúa floreciendo gracias a su ejemplo. Angelita no solo fue madre: fue maestra de vida, guía espiritual, cimiento y corazón de una familia extensa que la honra y celebra.

Su vida sigue siendo inspiración; su amor, eterno.

~

Angelita Benavides Flores was born on August 2, 1942, in the fertile and mountainous land of Tlatlaya, State of Mexico—a place where hard work and family values shape the character of its people. From a very young age, Angelita demonstrated exceptional strength: a blend of tenderness, courage, and determination that would accompany her throughout her life.

She was the loving and proud mother of ten children:

Custodia, David, Álvaro, Ignacio, Félix, Pablo, María Guadalupe, Ana Berta, Gloria, and Francisco Javier.

To them, Angelita was not just a pillar—she was home, refuge, guidance, and example. For many years, she took on the dual role of both father and mother, giving herself wholeheartedly so that each of her children would never lack love, values, or dignity.

Angelita was a symbol of tireless perseverance. With steady steps and hardworking hands, she faced every challenge with determination. She was a tenacious woman with deep convictions who never surrendered to adversity. Her strength was reflected not only in her daily labor but in the way she lifted her family, taught with patience, and transformed every sacrifice into an act of love.

As time went on, her family grew, and Angelita became a loving grandmother to more than 45 grandchildren and a great-grandmother to more than 41 great-grandchildren, and 2 great-great-grandchildren—each one inheriting a piece of her light. Angelita’s presence united entire generations; her advice, warm voice, and genuine laughter became the greatest treasure for those around her.

Her legacy is not measured solely by the number of her descendants, but by the love she sowed, the values she instilled, and the strength she left as her inheritance. Angelita Benavides Flores lived with the dignity of a woman who gave everything to those she loved, and she departed leaving deep marks on the hearts of her family.

Today, her memory lives on in every story told, in every family gathering, and in every act of love that continues to flourish thanks to her example. Angelita was not only a mother—she was a teacher of life, a spiritual guide, the foundation and heart of a large family that honors and celebrates her.

Her life remains an inspiration; her love, eternal.