Beatriz Nucete de Martinez

El 3 de Marzo de 2024 falleció en la madrugada Beatriz Nucete Salas de Martínez, nuestra Reina y la Jefa, quien nació en Caracas el 24 de Diciembre de 1940, en un hogar de profunda raigambre Merideña. Viuda de su amor eterno Bernardo (“Naco”) Martínez Acosta; Beatriz era la menor, por varios años, de las cuatro hijas de Don José Nucete Sardi (Papapa) y Dona Julia Salas Ruiz (Mamama): Ligia, Yolanda, Leonor y Beatriz, quienes dieron origen al icónico nombre de la Quinta Liyolebe, en la entonces elegante y moderna Urbanización El Paraíso de Caracas, Venezuela.

Sobreviven a Beatriz sus hijos Leopoldo José y Analuisa, Maria Corina y Robert, y Bernardo y María Alexandra, con sus amados nietos; los Martinez Rojas: Leopoldo Henrique, Analuisa, Eduardo Ignacio y Alejandro Antonio; las Lander Martínez: Corina Elena y Andreína; y los Martínez Calviño: Bernardo José y Andrés Eduardo. Así como sus sobrinos y sobrinas Arria Nucete, Simon Nucete, Rodríguez Nucete; Martínez Arvelaiz, Martínez Munoz, Dávila Tinoco, Baptista Campbell, Campbell Chapellin, Campbell Huizi, Campbell Mancini, y Carbonell Salas. Y también sus hermanos de la vida Chelita y Luis Alberto Tinoco Arria, e Irmita Mendez de Tinoco.

Beatriz también tenía un puñado de queridísimas y entrañables amigas, unidas a este duelo como hermanas de la vida, Ana María Romero Zuloaga de Lauría, Graciela Gutiérrez de Díaz Casanova, Irene Vallenilla de Thielen, las hermanas Beatriz y Laura Alarcón, Helena Nunez, Analuisa Braun de Rojas, sus tres cuñadas María Eugenia (“Piruja”) Martínez Acosta, Gladys Margot Arveláiz de Martínez y Beatriz Munoz de Martinez, asi como la prima Elizabeth (“Tabel”) Campbell Acosta, todas ellas entre sus asiduas, frecuentes, y hasta los últimos días, contertulias del WhatsApp.

Si se pregunta a todos los nombrados anteriormente como definen en pocas palabras la personalidad de Beatriz, todos seguramente dirán: orden y disciplina, motivación al logro y la excelencia, sentido de responsabilidad y compromiso. Son rasgos propios de un hogar que aún cuando ubicado en Caracas, se basaba en las raíces culturales de Mérida, junto al legado de una familia que vivió los vaivenes, exilios, austeridad y adversidad de las luchas de Papapa por alcanzar una sociedad democrática y justa en Venezuela. Y esos son sin duda los valores más salientes e inculcados al hogar que formó con su amado Naco. Beatriz siguió su instinto y formación familiar, y complació a Papapa en su deseo de verla graduada en la Universidad. Estudió de forma destacada la psicología en la Universidad Central de Venezuela, pero colgó su diploma luego de ofrecerlo a Papapa, para dedicarse de lleno a construir su más preciado legado: la familia Martinez Nucete.

Los que conocieron bien a Beatriz también pueden dar fé de otra característica que la definía: su vocación de servicio en la comunidad, en el afán de garantizar el adecuado entorno para la formación de sus hijos. Beatriz fue la eterna directiva en la sociedad de padres y representantes del Colegio Santiago de León de Caracas; y la siempre Presidenta del Condominio y activista vecinal de todos los lugares donde tuvo asiento la residencia familiar.

Al ver sus tres hijos, como ella decía, “hechos y derechos” tenía que encontrar ocupación para su tiempo, y se hizo empresaria. Junto a sus buenas y queridas amigas Evangelina Hernández y Carmen Elena Guinand, se dedicó al emprendimiento “BULULÚ Regalos”. Allí desplegaba su energía organizadora como pez en el agua. Fueron tiempos muy felices para ella.

Pero por encima de todo, lo que define la noble y bellísima existencia de Beatriz Nucete de Martinez es su dedicación y entrega a Naco y el hogar que formaron. Y en esa relación con Naco y sus hijos o seres más amados, se encuentra la prueba viva del llamado “tough love”. Eximir todas las materias, menos una, no era suficiente. Llegar tarde, o dejar algo para después, no era aceptable. Las cosas fuera de su lugar tampoco eran tolerables. Todo en su sitio. Todo ese conjunto normativo tenía un propósito: formar para la vida a los seres amados. Pero tambien hay que recordar su presencia oportuna y entregada sin reservas para todo momento en el que era requerida por sus hijos, nietos, familia y amistades. A pesar de su rigor, siempre habia lugar para su sonrisa, y no es difícil encontrar centenares de episodios de humor y amor en esa conducta normativa, y hasta en sus expresiones de amor también estaba presente el orden. Por lo tanto, en Beatriz cabían cosas como ponerse a planchar tu ropa con el placer de quien iba a una fiesta, organizar diariamente la correspondencia, o hacer en tu nombre una diligencia que tenías pendiente. Y en su rigurosidad siempre había tiempo para los escapes de los buenos hábitos alimenticios, y comer unos dulces de leche abrillantados de los Andes, “Jelly Beans” y sus preferidos “Cheetos”.

Beatriz se marcha sorpresivamente al encuentro de su amado Naco a los dos años de su partida. Hay probablemente explicaciones médicas y científicas al padecimiento tan subrepticio y repentino que sesgó la vida de Beatriz a sus 83 años de existencia. Pero sabemos que todo se explica de una manera: era su deseo de estar un rato más en este plano, para asegurarse que todo quedaba en orden, y marcharse al reencuentro con Naco. Y seguramente, Naco lo planeó con el universo, para cumplir su promesa de venirla a buscar pronto, según repetía Beatriz constantemente.

Celebremos su vida. Hoy vienen tantos recuerdos a la memoria. Los viajes familiares, los fines de semana en Bahía del Mar o en Rio Chico, los regaños merecidos para forjarnos en el buen camino. Las largas vacaciones en Weston. Recordemos cada momento con Beatriz. Y continuemos con su legado indeleble en nuestros corazones.

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