El Señor vio que estabas muy débil.
El hizo lo que era mejor. Puso sus brazos a tu alrededor y dijo: “Ven y descansa”.
Abrió sus puertas doradas en ese día de tanto dolor, con sus brazos a tu alrededor suavemente te fuiste. No podemos entender, no importa cuánto tratemos. Si el amor hubiera podido salvarte nunca te hubieras ido. Quebrantó nuestro corazón perderte, al tu partir, parte de nosotros se fue contigo el día que el Señor te llamó a su casa. De pie estoy, a la orilla del mar.
A mi lado veo un barco esparcir sus blancas velas a la brisa matutina y encaminarse al océano azul. Es un navío fuerte y hermoso.
Yo le observo hasta que sólo veo su silueta a lo lejos, como una blanca nube donde el cielo se une con el mar. Alguien a mi lado murmura:
“Ya se ha ido” - pero sólo se ha ido de mi vista; es aún tan grande como cuando partió de mi lado. Su disminuido tamaño está sólo en mí.
Y justo en el momento que alguien dice:
“Ya se ha ido”, hay otros ojos mirándole llegar y otras voces anuncian “Aquí viene”.
Henry Van Dyke – Adaptación M. Bertram