Adelina fue una mujer de gran corazón, dedicada a su familia y a los valores sencillos de la vida. Su calidez, humildad y fortaleza dejaron una huella imborrable en todos quienes tuvieron el privilegio de conocerla. Disfrutaba de las cosas simples: el amor de los suyos, las conversaciones tranquilas y la belleza de la naturaleza.
El flamboyán, con su esplendor rojo vibrante, era su árbol favorito, símbolo de la vida plena y colorida que ella llevó. Así como el flamboyán florece con fuerza y belleza, así también floreció Adelina en la vida de sus seres queridos.
Su legado de amor, sencillez y unión familiar vivirá eternamente en nuestros corazones.
Descansa en paz, Adelina.