David Grossinger

Nacido el 16 de mayo de 1944 en Newark, David fue hijo de inmigrantes de Europa del Este y creció inmerso en las ricas tradiciones de la vida judía estadounidense. Apasionado del ajedrez, maestro del brisket y hombre conocido por su ingenio y calidez, David encarnaba los valores de familia, herencia y resiliencia.

David pasó gran parte de su juventud y vida adulta vacacionando en los Catskills, una región conocida cariñosamente como el “Cinturón del Borscht”, donde familias judías de todo el noreste se reunían cada verano para celebrar la comunidad, el humor y la cultura. Desde los veranos de su infancia en el Hotel Brickman hasta los años posteriores llevando a sus propios hijos a Grossinger’s, Kutsher’s y otros resorts emblemáticos, David mantuvo vivo el espíritu de esos retiros en la montaña. A menudo se le veía junto a la piscina, conversando con viejos amigos o liderando una animada partida de Scrabble o mahjong con Deborah, su amada esposa durante 55 años.

David y Deborah criaron a cuatro hijos —Rachel, Eli, Miriam y Jonah— inculcándoles el amor por las historias, la tzedaká (caridad) y la tradición. Las fiestas en la casa Grossinger eran una alegre mezcla de risas, música y abundantes platos de kugel y jalá, con David siempre a la cabecera de la mesa, tallando el pavo o contando un chiste clásico al estilo Catskills. Ya fuera asistiendo al shul en las Altas Fiestas, cocinando sopa de bolas de matzá desde cero o capturando cada reunión familiar con su inseparable cámara, David era el lazo que mantenía unidas a las generaciones.

En su jubilación, David encontró alegría en los placeres sencillos: pescar con sus nietos, tocar jazz al piano al atardecer e incluso nadar de vez en cuando (para sorpresa de todos). Le sobreviven su esposa Deborah, sus hijos y nueve adorados nietos, cada uno de los cuales conocía a su “Zayde” como su mayor admirador. El legado de David es uno de amor, alegría y del perdurable ritmo de la vida judía —que su memoria sea una bendición.