Marta fue una mujer de carácter fuerte, inquebrantable y trabajadora incansable. Siempre entregó lo mejor de sí misma a los demás, incluso cuando eso significaba dejar de lado sus propias necesidades. Tenía un don especial para conectar con la gente: disfrutaba cocinar, bailar y hacer reír a quienes la rodeaban. Su presencia distinguida, su elegancia y su estilo siempre impecable la hacían destacar dondequiera que estuviera.
Fue una madre y amiga devota, profundamente dedicada a su fe y a los valores que guiaron su vida. Marta deja un legado de amor, fortaleza y generosidad en todos los que tuvieron el privilegio de conocerla.
Le sobreviven sus hijos de corazón, Cristina Brito y Randy Brito, a quienes, aunque no la unía la sangre, los crió y amó como si fueran propios. También deja a su querido compañero fiel, su perro shih tzu Max, quien fue una gran compañía y alegría para ella.
La familia agradece las oraciones, muestras de cariño y apoyo en este momento de profundo dolor. Marta vivirá para siempre en la memoria y en el corazón de quienes la amaron.