Una noche un hombre soñó que caminaba por la playa en compañía del Señor. Por su mente pasaban escenas de su vida y en cada escena veía sus huellas y las del Señor. Cuando la última escena de
su vida paso ante él, miró las huellas y se dio cuenta de que, durante su vida, muchas veces vío solamente sus huellas. Esto sucedía siempre y cuando se encontraba solo y triste. Perturbado por esto, le preguntó
al Señor: “Señor mío”, cuando decidí seguirte, tú me prometiste estar siempre a mi lado, pero he notado que cuando me encontré agobiado por los pesares de la vida, vi mis huellas solamente. ¿Por qué me abandonas cuando más te necesito? Él le contestó: “Hijo mío, mi querido hijo, sabes que te quiero y que nunca te he abandono. Durante tus angustias y sufrimientos las huellas que has visto son las mías, porque te llevaba en mis brazos.”