23 Marzo 1922 - 4 Agosto 2019
Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio siembre yo amor; donde haya ofensa, perdón; donde hay duda, fe; donde hay desesperación, esperanza; donde haya tinieblas, luz; donde haya tristeza, alegría. – San Francisco de Asís
Jesús David Horta Castañeda, o Don Chuy como era conocido entre amigos y seres queridos, nació el 23 de marzo de 1922 en el Rancho los Lorenzos, Gto. México. Hijo de Dionicio y Claudia Horta, de quienes aprendió el trabajo arduo y el sentido de unidad familiar. Hermano de Agustín, Amado, Bernardo, Margarita, Aurora, María, Andrea y Leonor, con quienes construyó sus memorias más entrañables y haciéndoles participes en cada una de las anécdotas que disfrutaba contar a lo largo de su vida.
Contrajo nupcias con Celestina Méndez con quien, fruto de su amor, procrearon siete hijos: Jesús David, Dionicio, Nicolás, Rosa del Pilar, Ana Martha, León Javier y Marcos Enrique; a quienes con mucho esfuerzo educaron a través de la honradez. Consolidaron su hogar en Tijuana, B.C; México donde vieron crecer a sus nietos con quienes desbordaron todo su amor y entrega como abuelos. Durante su vejez pasaron gran tiempo en Santa Verónica, Tecate donde construyeron un punto de reunión para su familia y donde les enseñaron grandes lecciones.
Al enviudar, enlazó su vida con María del Refugio Obregón, con quien pasó el resto de sus años en San Diego, California. Juntos disfrutaron gratos momentos, ahora también rodeados de la nueva generación de bisnietos y se mantuvieron unidos durante el ocaso de la vida de Jesús.
Don Chuy se caracterizó por su filosofía guiada por la alegría, fue un hombre paciente y humilde. Siempre tuvo claros sus valores, que se veían reflejados en cada sabio consejo que daba. Fue un maestro de la vida, hablaba de los desapegos a las cosas materiales para caminar ligero por este camino, sin envidias y siempre alegrándose de manera genuina por los demás. Distinguido siempre por su destreza para resolver problemas, pero también por ser un hombre de trabajo, a lo largo de su vida aprendió varios oficios, pero el de zapatero siempre lo portó con gran orgullo y cariño.
Será también recordado por su característico gusto a la música mexicana, especialmente el bolero y el mariachi. Disfrutaba de la buena mesa acompañado de su familia y apreciaba fielmente el buen tequila. Ocupaba siempre un lugar importante al abrir una cena, donde gustaba de compartir sus sentimientos a través de sus clásicos discursos donde hablaba a su familia desde el corazón. Fue un hombre entregado a la comunidad católica y devoto a la Virgen de Guadalupe, que fue para el parte de su mexicanidad.
Al final de su viaje, Jesús partió en paz a sus 97 años rodeado de sus seres amados, llevándose un corazón dichoso y agradecido con la vida…
